Published on: 22 Sep 2023
Panem et Circenses: el arte de distraer al pueblo
Tras el tan ansiado período de asueto veraniego, regresamos a la realidad con esa melancolía típica de los lunes laborables. Pero, lejos de enfrentarnos a un lienzo en blanco repleto de promesas, nos topamos con la inmutable cotidianidad. Las mismas crisis, los mismos dilemas y las mismas promesas incumplidas que dejamos atrás. ¿Qué ha cambiado mientras disfrutábamos de nuestras merecidas vacaciones? Poco o nada.
Las eternas crisis, siempre puntualmente presentes, nos acompañan en este retorno a la rutina. El elevado coste de la vida, otro procesamiento legal contra Trump, el Brexit que parece un barco a la deriva, la incertidumbre que rodea al próximo gobierno de España, la selección femenina de fútbol y la amnistía que no es tal, con Puigdemont desempeñando un papel estelar, continúan siendo los protagonistas de nuestro día a día. La pregunta que surge es: ¿dónde quedó la tan ansiada renovación, la esperanza de un nuevo comienzo?
Las vacaciones deberían simbolizar un borrón y cuenta nueva, un descanso para recargar energías y regresar con una mirada fresca hacia el futuro. No obstante, parece que nuestra clase política ha optado por tomarse unas vacaciones permanentes en lugar de cumplir con sus responsabilidades. Al volver, nos encontramos con una casa aún más desordenada, con un Congreso de Diputados convertido en la Torre de Babel moderna, donde las lenguas y dialectos se mezclan en una cacofonía que amenaza con fragmentar aún más a nuestros pueblos, cuando ni siquiera somos capaces de entender un proyecto común. Pan y circo, un lema que resuena tanto en el pasado como en el presente, domina la escena mientras evitamos abordar los temas verdaderamente cruciales: el destino colectivo de España, nuestro papel en el contexto mundial y quién nos guiará en ese viaje. ¿Quo vadis, España?
En inglés, cuando una situación se estanca y se torna exasperante o tediosa, decimos “same old, same old”, es decir, lo mismo de siempre. En esa repetición se oculta la fatiga que experimentamos al darnos cuenta de que nada cambia. Sin embargo, no nos faltan crisis, ya sean reales o manufacturadas, para mantenernos distraídos. Guerras culturales, ideológicas, geopolíticas o incluso las violentas están ahí para asegurarse de que nunca desviemos la mirada y por error nos demos cuenta de lo verdaderamente importante. No, al pueblo pan y circo.
La pregunta fundamental es: ¿cómo hemos llegado a este punto? ¿Cómo hemos permitido que la política se convierta en un espectáculo, en un circo donde los malabaristas lanzan promesas incumplidas y los payasos desvían nuestra atención de los problemas auténticos? Quizás sea el momento de despertar de nuestro letargo estival y exigir mucho más de nuestros líderes.
En lugar de caer en la trampa del entretenimiento superficial, deberíamos buscar la sustancia detrás de las palabras y las acciones de nuestros políticos, y recordarlo cuando emitamos nuestro voto. Debemos tener presente que el pan y circo es solo una distracción, una artimaña para mantenernos ocupados mientras las situaciones complicadas reales continúan sin resolverse. Ha llegado el momento de demandar un debate político más riguroso, una atención constante a los asuntos que realmente importan y un compromiso verdadero con el cambio. Si no lo hacemos, seguiremos atrapados en el ciclo eterno del “same old, same old”, y el porvenir de nuestro país seguirá siendo incierto.
Así que, mientras retornamos a la rutina post-vacacional, recordemos que merecemos más que un mero espectáculo circense. Merecemos un liderazgo político que esté a la altura de los desafíos de nuestro tiempo, que se comprometa a abordar los problemas reales y que nos devuelva la esperanza en un futuro mejor. Porque, en última instancia, la responsabilidad recae en nosotros, el pueblo, para exigir un cambio y no conformarnos con lo mismo de siempre.
Julio Bruno
London
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